Cada vez que nos enfrentamos a un lugar cuya historia escrita no existe, es muy grande la tentación de imaginar cómo era y quiénes eran los que allí vivían en su época de esplendor de la ciudadela inca Machu Picchu.
Pensamos en personas caminando por las calles y las plazas, sentados o haciendo ceremonias, usando su vajilla, vestidos con sus adornos, ya no quedan testimonios vivos o escritos, pero todos sabemos que algo así pasaba en ese lugar.